EL DIARIO VASCO 1-6-12
Nuestro dignatario
dijo que mentían como cosacos y se quedó tan ancho, con conciencia de haber
dicho algo contundente, claro y definitivo. No es eso lo peor. Lo peor es que
la mayoría de los que escuchan o leen ese aserto se quedan igual de anchos que
él pensando que han oído o leído algo claro, contundente y definitivo.
En lógica
comunicativa no es entendible la frase, a no ser que alguien debidamente
documentado nos dé una idea de la cuota de lo que mienten los cosacos por cabeza y año, cifra hasta
ahora incalculada pero que, por lo que se intuye, debe ser exagerada, en
cualquier caso menor que la atribuible a los opositores al dignatario aludido,
conocedor cierto, se supone, de los cosacos. Me pregunto que habrán hecho ellos
para que se instale en nuestro lenguaje la expresión beber como un cosaco y
acabar, por extensión, suplantando en nuestras castellanas fraseologías a los
bellacos, diciendo que además mienten al punto de establecer marcas en la personalidad.
Tan dados
que somos aquí a predicar la sensibilidad para la conciencia e identidad de los
pueblos y comunidades, sorprende esa ligereza de juicio, poco solidaria en la
práctica de esa sensibilidad. No quiero ni imaginar las lindezas con las que
nos regalarían los sentidos el susodicho y su cuadrilla si alguien, en una
confusión más al uso, utilizara aquel dicho francés acerca de hablar como una
vasca, o vaca, española, que no parece precisamente una frase equivalente al
elogio de alguien que se exprese a la perfección. Cosaco es a bellaco lo que
vaca es a vasca y vasco a Baco, o todos cosacos.
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