viernes, 15 de marzo de 2013

EN LA PLAZA

EL DIARIO VASCO 15-3-2013


Nos soltaban a la calle con toda tranquilidad, solos, sin ninguna compañía y ocupábamos los espacios públicos. Eran nuestras estancias, las plazas, los pórticos, puentes, prados, praderas, pozos, charcos, ríos y riberas, muros y pretiles, tramos de calle y carreteras con poco tráfico, todo lo que los adultos no tenían ocupado. Nos reuníamos allá. Charlábamos, jugábamos, nos aburríamos, nos peleábamos, reíamos, llorábamos. Volvíamos a casa y si alguien nos escuchaba contábamos los detalles. No recuerdo que nunca me dijeran que no anduviera con nadie, fueran de fuera o hablaran distinto. Nos mezclábamos todos. Solo nos aconsejaban que con mayores que nosotros no, porque acabábamos cobrando, llorando y perjudicados.
Hoy ningún niño de bien anda en la calle sin madre, padre o acompañante. Cuando ha llegado a casa no tiene nada que contar, los adultos ya lo saben todo y tampoco tienen tiempo para estar. Los espacios públicos dejaron de ser estancias, nadie para ni repara en ellos, son lugares de tránsito, de la escuela a la academia, de la academia al polideportivo, del polideportivo a la panadería, de la panadería a casa. Nunca están solos, el acompañante adulto les protege y vigila, mientras se reúne y charla, o fuma, con grupos de iguales, sin mezclar colores, etnias, procedencias, lenguas, ni otras inconveniencias, les impide jugar en compañías raras. Y a eso le llamamos diversidad, lo es. Y la diversidad aumenta, crece, se multiplica, pesa, toca, oprime, duele, la reconocemos. La reconocemos hasta cambiar de plaza si es que es preciso

No hay comentarios:

Publicar un comentario