Eso de que los dineros que
ahorran, gestionan e invierten, al parecer, las entidades de previsión, se
conviertan en una de las columnas de la supervivencia de la actual sociedad de
bienestar, no me cabe duda de que, si lo dicen, tendrá que ser así, pero no
deja de resultar extraño para quienes nuestra gestión económica más complicada
es la de teclear la clave, la antigua no la nueva, de los cajeros automáticos.
Es el colmo de la crisis, convertirnos a los recortadísimos y castigadísimos
empleados en inversores de apoyo de nuestros patronos, incluidos los menos
deseados. Extraño.
Extraño
es, siempre para los de la cola del cajero, que una isla, patria de Afrodita,
que apenas supera el millón de habitantes ponga en solfa la estabilidad
económica de esa Europa que quisimos fuera patria de nuestra conciencia
cultural y va a acabar siendo presidio de quienes financiamos a una usurera
alemana violadora de nuestra voluntad. Extraño que un problema que se acallaría,
de momento, poniendo al servicio de los chipriotas diez euros por cada
ciudadano europeo, tome el cariz que está tomando hasta hacer afirmar a la
iglesia chipriota que toda la riqueza de la iglesia está a disposición del país
para poder aguantar de pie y no depender de esos extranjeros ya que la propiedad de la iglesia es inmensa. Cabe decir que esta iglesia,
ortodoxa, es una de las principales accionistas del tercer banco del país y la
clave de la conexión rusa.
Nos
merecemos el haber nacido pobres, y seguir tal cual, porque somos incapaces de
entender nada.
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