Me pregunto
a ver si lloraron, si se dijeron algo… me pregunto cómo y por qué se metió en
el canal aquel Golf con un padre recién viudo, en la cuarentena y deprimido,
con una hija de doce años con síndrome de
Down. ¿Qué se dirían al montar? ¿Entrarían enfadados? ¿Entrarían contentos como
si fuera un juego? Quizás montaron de forma absolutamente rutinaria. Quizás
pidieron o dieron explicaciones por ir, por ejemplo, por una ruta que no les
era nada habitual. ¿Se sonrieron en el camino? ¿Se dijeron cosas? A lo mejor
solo hablaba uno. ¿Se habrían dado ya el último beso de su vida? ¿Cuantas
caricias eran posibles en lo que duraba el recorrido? ¿Se quejarían de algo?
¿Se reprocharon algo? ¿Alguno de los dos pensaba en otra gente? ¿Sabían a
ciencia cierta lo que era la muerte? ¿Lo que significaba? ¿Lo que suponía? Los
periódicos dieron la noticia, fue en Navarra, y no se extendieron con la
profusión que suelen en casos similares. Dieron a entender que había sido un suicidio.
¿Quién diría la última palabra? ¿Quién el último grito? ¿Quién murió primero? ¿Quién
sufrió menos? ¿Por qué tenían que sufrir? ¿Les dio tiempo a llorar o no pararon
de hacerlo?
¿Se rindió
el padre a la vida? ¿Temió el más cruel de los futuros para su hija? ¿Pensó que
sin él sería infeliz? ¿O temió que pudiera ser feliz sin él? ¿Fue en realidad
el acto de amor más excelso? ¿Fue la más rastrera de las cobardías? ¿Se
ahogaron abrazados? Quiero creer que se querían… mucho, que lo que se ahogó en
el canal fue amor, herido, triste, dolido, enfermo, impotente, incontrolado,
mortal.
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