viernes, 27 de diciembre de 2013

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EL DIARIO VASCO 27-12-2013

            Toda comunidad, de personas o de gente, tenga el carácter y la entidad que tenga, tiene derecho a ser considerada como tal  y no como un accidente geográfico, por bello, afortunado o pintoresco que este sea. Los territorios son eso, superficies de suelo negociable a cualquier precio, salvo el de la salud de los humanos, y habitables por las personas ajustándose a la norma y en obligada convivencia. La gente que aspira a ser el municipio número 89 de Gipuzkoa seguro que lo sabe, que sabe lo que es pisar y ser pisada, y aunque no lo sepa tiene toda la legitimidad del mundo para aspirar en derecho a transformarse en aquello en lo que desean. Es parejo al derecho que el paisanaje de los otros ochenta y ocho municipios tiene de que no se le reía ni escupa a la cara quien libremente opta por convivir entre él.

         Vivimos atrapados y enfangados en el prestigio de cualquier idea de independencia y somos víctimas de ese rosario de prejuicios que durante años, en una loca competición de canto al cateto, han hecho propagar y recaer sobre San Sebastián muchos de los que hoy empiezan a lamentarlo.


         Hay independencias e independencias. Entiendo un Igeldo independiente de San Sebastián, y de quien sea, en las premisas citadas. Entiendo pero no acepto ese Igeldo compuesto por gente dispuesta a proclamar, sin explicarlo, claro, la diferencia de identidad de los ciudadanos de términos lindantes o a prohibir a cualquiera, a su antojo y capricho, ser igeldotarra, esa vieja y conocida perversión que, en base a la diferencia, indefectiblemente acaba negando a la otra persona.

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