viernes, 10 de enero de 2014

OTRO AÑO

EL DIARIO VASCO 10-1-2014
            Estaba radiante por que pasaron el día juntos y risueños. La criatura, no llegaba al año, no protestó en ningún momento y respondía con miradas, sonidos y movimiento que se entendían de gratitud y bienestar. En esas circunstancias le importaba un pimiento que le llamaran anciano y tenía razón, la cuestión no es ser más o menos joven si no ser o no feliz. Lo era. Le enseñó a hacer caricias, a meter cosas en la cajita, a señalar objetos dibujados. En ningún momento faltó una sonrisa de éxito o una mirada que solicitaba el asentimiento o el aplauso. La complicidad era total y le llevó a pensar que nada es igualable a la sensación de sentirse querido.

         Al anochecer empezaron las irrupciones de llanto. Tras breve y concienzuda observación decidieron que ni dolor ni sueño, que era hambre. Sentada en el brazo, la criatura se erguía y, como si se dirigiera al universo entero, a nadie en particular, lloraba sonoramente. La promesa de que le calentaban el biberón, ya, no acallaba el llanto cada vez más estridente. Se solucionaría en un plis-plas pero empezó a pensar en lo terrible que tiene que sonar el llanto de los niños que sufren hambre continua, estructural. Desistió de colocarse delante del espejo, como hacía un rato se divertían aprendiendo muecas, y mostrar a la criatura la fealdad de quien llora. Pensó que eso era una crueldad, a secas. Volvió el pensamiento a los millones de niños con hambre, los imaginó soportando, sin esperanza, ante un espejo, una cámara, y se le ensombreció la perspectiva del nuevo año, no menos cruel, quizás, que el anterior.   

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