Informaba el periódico de que el nuevo plan de
coeducación que se quiere poner en marcha se marca el reto de acabar con la
distribución sexista de los espacios en zonas de recreo escolares. Al parecer
los niños suelen ocupar los centros y ellas, las niñas, las zonas más
arrinconadas de los patios. El desequilibrio entre los medios y los recursos
dedicados a equipamientos para el fútbol, en relación a espacios para otros
usos, debe de ser manifiesto por lo que se hace preciso incorporar
la perspectiva de género en el uso de los espacios, para que estos
respondan tanto a chicas como a chicos. Nada que objetar, al contrario, es un
empeño absolutamente plausible.
Dicho así solo algunos obstinadamente reaccionarios, de los muchos que hay,
pueden oponerse a ello.
Las dudas surgen cuando la misma información, desde el
titular, deriva llamativamente de una idea de patios sin fútbol y sin una línea
argumental que, a los que no andamos sobrados de armamento teórico en el tema,
nos ubique con una mínima claridad en el triángulo patio, fútbol, sexismo. Ante
lo sugerente de la idea optamos, sin más explicaciones, por creer en el plan y
en la autoridad competente haciendo votos por su pronta y fructífera
implementación. A ver si los espacios sin fútbol alcanzan en respeto social a
los espacios sin humos, sin ruidos y sin otros tóxicos que tanto prodigan entre
nosotros.
Sería fabuloso entrar en un bar, o en la oficina mismo, y
sentir el amparo de la ley y los balbuceos del mentecato de turno que duda en
saludarte porque no lo sabe hacer sin mentar el dichoso fútbol.
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