Leo El Caso Collini, novela de
Von Schirach. El juez instructor comunica al reo la probabilidad de que en esa
comparecencia ratifique la petición fiscal de prisión provisional por
asesinato. El imputado es, Fabrizio Collini, un italiano jubilado tras trabajar
cuarenta años en una fábrica de Stuttgart. El juez Köhler le pregunta:
¿Entiende usted bien el alemán?
Siempre me sobresalto cuando en una
novela leo referencias a las lenguas. Necesito contar este episodio admirable,
para mí fantástico, y me dispongo a ello. Me asalta la duda, ¿en que lengua he
de contarlo? Si lo cuento en euskera es probable que el lector capte el detalle
pero que quizás no comparta mis percepciones. Si lo cuento en castellano es probable
que el lector no lo perciba y se le escape, o no vea en la disyuntiva
lingüística mayor problema que la elección entre té o café, detalle menor en el
relato. Quiero contar el episodio admirable y comprobar, sin explicitarlo, que
se comparte mi percepción. Si castellano o euskera, en la duda me viene al
recuerdo otra escena familiar de infancia. Levantábamos la mesa cuando el padre
arrancaba para la fábrica y antes del saludo de despedida jugábamos la familia
en pleno a ver quien era el primero en detectar las siete diferencias de los
dos dibujos de la página de los pasatiempos. Las pillábamos en un plis plas.
Hoy difícilmente llego a detectar cinco.
He subrayado con fosforito, como
siempre en estos casos suelo hacer, el párrafo en cuestión. El libro ha quedado
en el estante esperando, desesperado, que algún día recurra otra vez a él.
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