viernes, 8 de agosto de 2014

VERGÜENZA Y HONRA

EL DIARIO VASCO 8-8-2014


            Asesinaron a Juan Mari Jauregi, calculé que me quedaba poco y me dí a la fuga. Corría ciego y me pararon –¡tómate algo con nosotros¡- el cura filósofo y el amigo que vermoutheaban en las terrazas de julio, me lo oyeron con el mismo interés que si fuera el cuarto gol de la Real a la Cultural Leonesa. Mi vergüenza recorrió la fuga por diversas ciudades españolas durante días. Hoy, no sé si es vergüenza o es honor, si honra o tacha, como ocurrió con la memoria del fascista que, falto de arrestos para obedecer la orden de matar inocentes, bajó el fusil y se cagó, literalmente, a los pantalones dejando el relato en herencia. El fascista tuvo la suerte de una descendencia que contó la cobardía como antifascismo.
         Hemos sido testigos, estupefactos, atónitos, de dos homenajes a Juan Mari. En uno de ellos, entre amigos y familia, apareció y ofrendó flores un implicado en su asesinato, que soporta el mérito de la petición de perdón y una dura y profunda autocrítica. Sobre la aparición, de momento, no me atrevo a emitir otro juicio que no sean mi respeto y conmoción. El otro homenaje floral fue institucional con la completa, unánime y silenciosa representación de las Juntas de Gipuzkoa. Asombraba e impactaba en este, ya no inédito, la representación de los que jalearon el asesinato y la de los que nos gobiernan. La condición de la unanimidad fue el silencio, el silencio de una cámara cuya primera obligación es hablar, silencio que si no se rompe expresa que los gobernados vivimos en libertad condicional, independientemente de cómo se vaya a contar luego.

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