¡Hombre, tú por aquí, entre nosotros!
¡Qué honor! Así contabas, ufano, que te habló aquel pasajero, tan sorprendido
de verte compartiendo transporte público con ellos, que se pasó de parada y
tuvo que bajar en la siguiente. Te honró el comentario, que valorara que
compartieras servicio público, y te dolió por lo que suponía de ignorar la
violenta circunstancia que te impedía compartir viaje y viajeros. Él no podía,
no debía, ignorarlo.
De entonces aquí, y en otras
circunstancias, has conseguido convertirte en un habitual del servicio público,
que también ha mejorado mucho, todo hay que decirlo, y ha rodado más de una
cabeza responsable de esa mejora. Cada vez que tomas un autobús sientes la
ciudadana satisfacción de un sistema de transporte eficaz y accesible, eficacia
y accesibilidad que no han mermado ni con el cambio de rectores políticos, ni
con la escasez de recursos consecuencia de la crisis. Cada vez que viajas te
maravillas del servicio, igual que tu padre, en su agonía, con las atenciones
de la seguridad social, nada nuevo
Te he visto estos días en el 33, en el
40, o en los dos, satisfecho y comprometido, con el discurso a hombros. Ocho y
pico de la mañana, autobús repleto, olor humano, a empleada, a estudiante, calor,
condensación, fauna variada. Quién, toquitea su móvil o tablet, quién, oye
música auricular procedente de aparato vigente; hay quien lleva apuntes en
soporte tradicional, quien lee un libro electrónico, un evangelio ortodoxo en
rústica. Observas, miras, reparas y, en cualquiera de los casos, no dejas de
ser el viajero más viejo, tú y, a veces, un cura. Vaya dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario