viernes, 17 de julio de 2015

HEREDANDO

EL DIARIO VASCO 17-7-2015


Harper Lee publicó en 1960 su única novela, Matar un ruiseñor. Alcanzó notoriedad y éxito memorable que aun perduran. Habita, aislada y sin otro particular, en Alabama. La hoy llamada cultura, y lo que es práctica cultural, rige de esta manera. Publica estos días otra novela cuyo título no me animo a recordar, una novela anterior a Matar a un ruiseñor  guardada durante años por la autora, sin intención alguna de publicarla porque, al parecer, consideraba que ella ya había dicho todo cuanto tenía que decir y no estaba por la labor de la parafernalia de otra publicación. Es razonable pensar en la probabilidad de que ella no sea consciente de la publicación, y es seguro pensar que, hoy, lo único importante es lo comercial frente a lo literario. Si resultara que la novela es buena no será porque sus promotores lo hayan pretendido que lo sea, ni por hacer un favor a la literatura universal.
Viene ocurriendo con Baroja. Cada cierto tiempo ven la luz inéditos de Don Pío, que en vida decidió no publicar, relacionados con la guerra. Me apena, como devoto de Baroja, descubrir en esas memorias involuntarias, ciertas mezquindades personales de las que nadie estamos libres, pero que son un firme argumento para que merme ese don que se usa en su tratamiento.
Nada nuevo, pero deberíamos advertir, a representantes políticos y responsables culturales, privados y públicos, que lo que se transmite por árbol genealógico es la herencia económica y sus derechos, no seré quien los niegue, pero que la herencia intelectual, la que debiera prevalecer, puede ser, suele ser, lo más ajeno a la familia y allegados de artistas con hambres de economía.


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