viernes, 23 de septiembre de 2016

ORADORES

EL DIARIO VASCO 23-9-2016

         Estaba presa la libertad y, por tanto, prohibido votar. Y aunque cueste creerlo, mucha gente, pero mucha, vivía tan tranquila y sin que ello le importara demasiado. Por no hacer nada, ni criticaban. Tras años de anhelos, trabajo y dura lucha, llegó la libertad, las libertades. Pudimos votar. Descubrimos que el hecho de votar conlleva más incompatibilidades de lo que creíamos con los apáticos. Ya desde la primera se volvieron activos críticos con lo que parecía el primer fundamento de la democracia. Decían preferir aquello de mejor todos a una que tener que elegir entre opciones que ellos consideraban iguales, todos lo mismo. Siempre ha habido gente incapacitada para digerir la pluralidad, gente aferrada al discurso más tabernario.
         Ese discurso sobre el aburrimiento y pesadez de las campañas, esa perorata que no habla más que de ladrones y aprovechados, esa cantinela que repica que las elecciones son un castigo, ese miedo a la libertad que fuma, bebe y engorda entre nosotros, esa pereza para pensar, para decidir, ese resentimiento, esa envidia, esa falta de respeto, esa ranciedad, esa mala educación, ese gamberrismo disfrazado de rebeldía, esos oficios, esas misas, esos ritos…

         Es que no es posible que más allá de los más que razonables argumentos de la decepción y del aburrimiento se muestre tamaña animadversión al hecho democrático por parte de gente que lleva siglos con la misma misa, el mismo sermón, la misma parábola, la misma rutina. Si no es porque no les gusta la democracia tiene que ser porque no se enteran. Malas cosas ambas.

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