viernes, 7 de octubre de 2016

SIMPATÍAS

EL DIARIO VASCO 7-10-2016

         Comprado y pagado un cajón, me enviaron a la planta de recogidas. Comenzó la espera, cambio de turno de los empleados. Alguien habló de un hombre de camisa de rayas, éramos dos. Falsa alarma, aparte de que no había ninguna persona con camisa que no fuera de rayas. Continuó la espera. El otro, la otra camisa de rayas, empezó a hablarme de diversas cosas, de su experiencia en el extranjero, de cómo dilucidaban las cosas y otras menudencias, ninguna de ellas sorprendente. Empezó a entrarme el miedo de que aquel señor me iba a meter en un lío. Le asentía en todo, o no le llevaba la contraria en nada, y le dirigía palabras de aparente resignación. Acabando su recorrido dialéctico, cuando barajaba la posibilidad de rogarle que se callara o decirle directamente que no, remató su discurso. Me dijo que donde pasaran los socialistas no crecía la hierba. Balbuceé tímidamente que yo era uno de… y llegó el cajón salvador. Salí zumbando.

         Frecuento un café estos días. Entre los habituales, indefectiblemente, una señora departe con señores que suelen coincidir. En días de proximidad oigo cuanto suelta la dicharachera, que no evita la actualidad política. Por si acaso me sumerjo en el café y me tapo la cara con la cucharilla. Pero hace un par de días llegó mi turno y fui una víctima más de la simpatía. Me abordó y, sin otro saludo, me dijo que ella era nacionalista. Para no ser el típico antipático que contesta con monosílabos, y con ánimo de agradar, tuve el infortunio de preguntarle que a ver si así se encontraba bien, en cuyo caso... Me interrumpió airada, diciendo que, que raro, que todos salíamos por la misma. De verdad que lo que pretendía decirle era que muy bien. 

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