El
tribunal de la cuadrilla literaria, ríanse del TOP, conseguimos que el amigo
retirara de un prólogo una mención positiva a Santi Aizarna. Aizarna era del
tipo de gente que nos obligábamos a ignorar despectivamente. Recordarlo me produce
más que sonrojo. No recuerdo en que momento de mi vida empecé a sentirle
respeto. Respeto, en progresivo aumento, y admiración. ¡Cómo escribe! Esa
libertad de escribir para los que les gusta, de decir y leer libérrimamente. De
más mayor quiero ser como él, cuanto antes. Le envidio ese vértigo que no
padece ante el Word, será que mi red no tiene el mismo arrastre.
Prueba
de esa mies, el martes, en páginas de San Sebastián, florece el redactor Iñaki
Izquierdo. Harto de gastar, comprar, salir de noche, visitar lugares de habla
rara y sin tortilla de patatas, alquiló un coche con matrícula francesa y se
puso a hacer el guiri por San Sebastián. Haciendo el gamba carril a carril y
semáforo a semáforo, paró en el Boulevard bloqueando al 13, Altza-Buenavista, y
preguntó por el Boulevard. Concluyó que gente como él son una plaga.
Ayer, al colega
Berrio le dio por imaginarse ser conductor de autocar de largo recorrido,
jugando con una cazuela a modo de volante, como cuando niño, y así reparar esa
congoja que le producen los viajes carentes del reflejo literario y de aquello
heredado de los 98 y 27 que se evaporó en absoluta uniformidad.
Incorregibles.
No se les ve la más mínima de trasponerse en poder financiero arraigado -esa, y
no el turismo, es nuestra plaga-, no les llegará la imaginación, ni apuntan
vocación de nada que no sea problemático. Raros.
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