viernes, 3 de agosto de 2018

¿APOSTAMOS ALGO?

EL DIARIO VASCO 3-8-2018


Me educaron en el horror al dinero fácil e injustificado. Me acongojaba ganar una partida y más, cosa que no sucedía a menudo, birlarle unos céntimos o pesetas al compañero de partida. No consigo el detalle de alguna fábula en la que los protagonistas sucumben en la ruina económica. Pero sí que recuerdo la relación de caseríos entregados en pago, hombres muertos en desafíos y calamidades humanas en las que el juego era protagonista principal, “dále de mamar al niño que llora, pues el padre malo, pícaro jugador, está en la taberna”. Recuerdo una vez que tripliqué mi paga dominical jugando al siete y medio. No me atrevía a volver casa con aquel superávit injustificable e invertí mis ganancias en pagar un kas a cada uno de la cuadrilla.
El tiempo cambió las cosas y contribuyó a la pérdida de prejuicios. Las cosas pasan y hay que aceptarlas según vengan. Hay gente que juega y se le va la vida en ello. No soy de esos porque me echo el freno, pero, a la mínima, me deslizaría fácilmente en esa pendiente. Todavía hoy cuando la discusión deriva a términos de fe, y no de razón, se me escapa la frase que delata mis raíces de los verdes y santos valles ¿Qué te apuestas?
En estos tiempos en los que las gentes se marcan expectativas logrables sólo con en el azar y no con la laboriosidad o la vida comedida, hay que reconocer los estragos de la ludopatía. Las apuestas han adquirido otro cariz. Se han convertido en patrocinadores de los clubs de futbol, los iconos de nuestros valores, según ellos, y al tiempo en motivo de sorprendente escándalo. Puede que asistamos al milagro de vivir en el área de influencia del único club de primera división no esponsorizado por una casa de apuestas. ¿Apostamos algo?

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