Son una verdad objetiva
el desarrollo y progreso social que hemos trabajado y logrado en el marco legal
con que nos dotamos hace cuarenta años, obligatoriamente reformable y
mejorable. No hice bien votando que no en el referéndum constitucional. Navarra
fue mi excusa. ¡No hay diferencia, ni nada, con la anterior cuarentena! Pero
hay gente para todo. Hoy, no sé si sorprendido o airado, contemplo cómo muchos
paisanos míos anteponen un paisaje lleno de esencias y destinos en lo universal
a una ciudadanía activa acogida y adaptada a derechos que ni éramos capaces de
imaginar. Ayer, hubo gente, y empresas, que se negaron a celebrar la
conmemoración y acudieron a trabajar, en protesta de tamaña imposición,
desobedeciendo festividades de carácter extranjero. Extraña cómo aquellos que
no tuvieron valor para el voto negativo afirman sin el mínimo sonrojo que los
vascos rechazamos la Constitución. Vuelvo a decirlo, el que suscribe dijo no,
los que no lo hicieron ellos dirán, pero no fue no.
Está claro que aquí lo
que nos va son las fiestas de precepto, aquellas de misa obligatoria. Comemos,
bebemos y holgamos al son del santoral, de los dogmas de fe y del verbo latino
eclesiástico asimilado. Es difícil entender cómo aquellos que ayer trabajaron
paseen mañana por nuestras calles y montes, con indumentaria ad hoc, sin que
entiendan, o sin que les importe, que se les haya impuesto la fiesta porque
María, la madre del nazareno, fue concebida sin pecado original. Asunto este
muy peliagudo, básicamente por razones de fisiología, más que por la razón de
que sea un dogma español por excelencia.
Esos europeos que
proliferan con más miramiento a las creencias que respeto a los derechos...
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