viernes, 30 de junio de 2017

MALAS PRISAS

EL DIARIO VASCO 30-6-2017

         Etiquetaban muy mal los yogures, era una letra ilegible. Las etiquetas de las conservas eran imposibles. Luego fueron los prospectos médicos, la guía telefónica… fui al oculista y me sorprendió con una presbicia obligada a perdurar con mi hipermetropía de siempre. Tomé conciencia de mis percepciones equivocadas. Era yo el que erraba.
         Un error más de los muchos irreparables de mi vida en una lista cuya única posible reparación es la vergüenza de recordarlos. La compenso con otra de actos y obras bien hechas, una relación de cuyas virtudes, aún sin ostentación, siento orgullo ¡Qué narices, a lo hecho pecho!
         Pero el mundo va a un ritmo de difícil sincronización con los pusilánimes y se me resquebrajan los cimientos de mis obras bien realizadas. En lugar de orgullo empiezo a sentir dudas y en lugar de la certeza de lo bueno me asalta la sensación contraria. ¿Resultará que también obré mal en aquello que creí bien hecho?
         En cursos, seminarios, y encuentros veo brillar a jóvenes competentes. Comparto con ellos la voluntad de querer hacer las cosas bien y la conciencia de la reflexión necesaria, pero siento un honrado desacuerdo que me cuesta disimular, algo similar a lo de la vista cansada. Intentando ser benévolo en las consideraciones, lo menos agresivo que se me ocurre es pensar que ya soy un ser que pulula fuera de sus tiempos.

         Será la jubilación, ¡que viene que viene!, y que debe de ser un cruce entre el irremediable pasado y una angustiosa premura de tiempo que nunca alcanzará a corregir todos los errores. No es extraño que los jubilados vivan ocupados y tengan poco tiempo. Tanta vida desborda las prisas.

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